Se concibe a la actitud dialógica como la forma abierta de abordar y reflexionar sobre las demandas de formación
y la actitud con que interactuamos con colegas y alumnos. Representa la manera
en que nos conectamos con nuestros interlocutores para expresar ideas y en el
caso específico de los docentes, de sus demandas de formación. Los docente al
asumir planes de formación desarrollados por los formadores, generan un proceso
dialógico en las cuales se propicia que haya un “ida y vuelta” de las ideas,
propuestas, turnos, argumentos y disposición sincera de escucha a otros.
Esta propuesta de considerar a la actitud dialógica como
principio del Sistema Regional de Formación y perfeccionamiento Docente se
halla fuertemente espalada por los trabajos de destacados pensadores. Para Freire (2002) “la pedagogía dialógica aporta a la formación de
una sociedad justa”, concibiendo al diálogo como una relación entre dos
sujetos: docente – alumno; docente-formador; docente-docente o docente-padre; y
que en cuanto se rompe esta relación,
“ya no se estará educando sino deformando”
Por otro lado, Gadamer (1977), a quienes muchos llaman el filósofo constructor de puentes por su apuesta por entendimiento
por medio del diálogo; precisa que el dialogo se construye en base a “tentativas de entendimiento, de apertura y
escucha al otros”, señalando que parezca difícil llegar a entendernos desde el
principio, hay una “tarea de encontrar el lenguaje común. Pero el lenguaje
común nunca es algo ya dado definitivamente…debe permitir el inicio de un
entendimiento, aunque las opiniones se opongan frontalmente” Al igual que
Gadamer, el Sistema tiene la misma convicción de que se debe tender puentes
entre las diversas posturas y experiencias enriquezcan el proceso educativo en
el aula o en las fases de formación docente.
Este esfuerzo serio de capacitación deberá acompañarse
permanentemente de una supervisión, también dialogal, lo que se relaciona con
las demandas planteadas en las nuevas rutas
de aprendizaje y
el marco del buen del desempeño docente.
Tanto los que forman como los que reciben la formación deben entender que hay un aprendizaje permanente que ocurre de ambas partes. Aún el formador aprende del entorno, de su cultura y de la práctica que goza el docente beneficiario.
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